Cazuela de liebre despistada

Para todos aquellos que sean anti-caza, les quiero señalar que a mi ya me la dieron muerta, por lo que me hace pensar que esta liebre hizo novillos el día que en el colegio de las liebres dieron las clases prácticas de como esquivar un perdigón o quizá se estaba echando una carrera con una tortuga.
Aviso también a todos aquellos que les den una liebre entera, que les hagan saber a sus obsequiadores, que hagan el regalo como Dios manda y se la den bien desollada, pues la zapatiesta que se arma en casa es de órdago, todo manchado, olor muy poco agradable e indicaciones claras de los demás habitantes de la casa de que te vas a poner tu solito morao de comer liebre.
Y un último aviso para todos aquellos curiosos que quieren saberlo todo acerca del producto que van a cocinar, pues la liebre además de carroñera, es coprófaga, es decir, que a través de una falsa rumia se come sus propios excrementos.
Con estos antecedentes, comer este bicho pudiera estar al nivel de asco que nos da cuando vemos en la televisión a gente ingerir con deleite un huevo con un pollito dentro, pero está claro que la identidad cultural de un país es la que es, y como de chino tan solo tengo los ojos rasgados, proclamo a la liebre ibérica como uno de los animales mas generosos a la hora de crear guisos.

Desde luego como mas rica está es con arroz, para mi gusto, sublime, pero quería probar otra manera y la encontré en la ayuda de Ligasalsas, que me facilitó una receta de esas que pasan directamente al cuaderno que dejaré en herencia.
Para ellos se pican dos buenas cebollas y se pochan muy suavemente. Una vez blandita y casi caramelizada, se retira y en el aceite que quedó se pone la liebre y se dora a conciencia. Cuando la liebre recordando viejos tiempos quiere saltar de la cazuela, se añade una cucharadita de pimentón y un majado de tres ajitos (ó 6, tu mism@), dándole a todo ello un par de vueltas para que se perfume la cocina. Añadimos la cebolla, alubias (en mi caso me habían regalado unos judiones de La Alberca) unas ralladuras de nuez moscada y agua. Y con estos mimbres se deja cocer a fuego lento (unas 4 horas) hasta que veamos que está todo tierno, añadimos sal al gusto y preparamos un plato bien hondo digno de semejante condumio.

A mi parecer, IMPRESIONANTE, si bien al hacerlo con judiones quizá me restaron un pelín de sabor de la liebre, pero impresionante igualmente.
Eso si, no sabéis que tarde pasé, y no precisamente porque el Jamilton ganase el mundial de automovilismo ….

1 comentario:

Carlos dijo...

Tremendo plato :), me alegra que lo disfrutaras. Hay una versión más potente que comienza haciendo un caldo concentrado con los huesos de la liebre que no vayas a comer... Yo me agenciaré un platazo el jueves que hará fresquito en Madrid.